La hermana de Shakespeare

Por mi parte coincido con los eruditos que mantienen que era impensable que una mujer en aquella época tuviese el talento del inmortal poeta. Porque un genio como el de Shakespeare no nace entre gente trabajadora, ineducada y servil. No nace hoy entre la clase obrera. ¿Cómo, entonces, hubiera podido nacer entre mujeres? V.Woolf

jueves, septiembre 28, 2006

Querida Dorothy Parker





















Tus agudas historias, tan llenas de humor como de dolor, hoy son consideradas literatura y tu nombre está en el censo de los grandes. Nadie te tildaría hoy, despectivamente, de sentimentalista
Empecé a escribir estas líneas con la idea de contarte todo lo que ha cambiado en la relación entre los hombres y nosotras, las mujeres, desde el tiempo aparentemente lejano en que te marchaste. Me gustaría poder decirte que en estos últimos ochenta años las mujeres cambiamos mucho, que ya no nos sentimos inseguras cuando nos enamoramos ni solas cuando nos casamos. Pero me parece que ya te han mentido bastante en la vida como para seguir abusando de tu sentido del humor.

Las mujeres todavía seguimos pendientes de que el teléfono suene, enamorándonos del menos indicado, amando con desesperación y boicoteándonos cuando parece que las cosas por fin van a funcionar. Seguimos apostando al amor con la ilusión de que va a curarnos de todos los males, mintiéndonos descaradamente a nosotras mismas , haciendo conjeturas acerca de lo que el otro piensa en vez de preguntárselo, y huyendo de un portazo a medianoche en un ataque de celos para tener que volver a pedir disculpas, arrastrándonos, dos horas más tarde.

Seguimos comportándonos como niñas cuando las cosas no salen como lo esperábamos, emborrachándonos para animarnos a decir algo que no nos atrevemos o para ahogarlo para siempre, o simplemente para soportarlo...

Por supuesto que la cotización de las chicas simples, despreocupadas, alegres y divertidas no ha dejado de subir. Una mujer con problemas sigue siendo una cruz, y para un hombre cualquier mujer que llora es una mujer con problemas.

De todas maneras, la gente se sigue casando; con cualquiera, pero se sigue casando. Y aunque estamos en la era de las comunicaciones, la mayoría de las parejas sigue comiendo en silencio porque no tiene nada que decirse, para después transformarse, delante de terceros, en seres locuaces y risueños. Porque hay cosas que no cambian nunca, Dorothy, y seguimos siendo mucho más encantadores, pacientes y seductores con cualquiera que con el que tenemos al lado. Lo curioso es que todavía seamos tan ingenuos como para seguir sorprendiéndonos cuando la que considerábamos una pareja perfecta, de repente, se separa.

La gente sigue teniendo hijos, aunque no necesariamente por métodos naturales, pero es algo un poco complejo de explicarte en este momento, sobre todo con mis rudimentarios conocimientos científicos. Tanta ciencia no impide que siga habiendo madres, que aunque han mejorado mucho por el ejercicio de la profesión, siguen contaminadas de los peores vicios del vínculo. Sigue habiendo también madres divorciadas que someten a sus hijos a interrogatorios policiales para saber de la nueva vida de sus ex, que los llenan de reproches y culpas mientras les vomitan todo su resentimiento y les hacen saber que son lo único y más querido que tienen.

Del aborto se sigue hablando más bien poco y las mujeres continúan yendo solas a hacérselo porque ésas siguen siendo cosas de mujeres.

El mundo sí que ha cambiado bastante, aunque sigue habiendo judíos que se cambian el nombre y negros que no se juntan con gente de color; ricos que prefieren no mirar a los pobres porque les hace daño al alma; damas de caridad que siguen regalando lo que no les sirve a ellas ni a los pobres y mujeres a las que se les viene el mundo abajo si se les parte una uña. Pero por suerte, Dorothy, todavía seguimos emocionándonos cuando pasamos por un lugar donde alguna vez fuimos felices; y sigue habiendo amigas que juegan a ver en qué se gastarían un millón de dolares; y flores increíbles, de ésas que te gustan tanto, prímulas, lirios del valle, capullos de rosa, reseda y acianos de color azul.

Para darte alguna buena noticia, me gustaría contarte que lo que sí ha cambiado en estos años es la mirada sobre tu obra. La justicia es lenta, y los editores ni te digo. Pero hoy eres considerada una escritora, como tú querías ser llamada; no una humorista, como tanto te molestaba que te llamaran (lo que de todas maneras ahora está muy bien visto, puedes creerme, yo sé por qué te lo digo).

Tus agudas historias, tan llenas de humor como de dolor, hoy son consideradas literatura y tu nombre está en el censo de los grandes. Nadie te tildaría hoy, despectivamente, de sentimentalista. Y eso es , tal vez, otra buena noticia: lo sentimental ha pasado a ser digno de consideración y no de burla, porque a esta altura de la carrera ya estamos todos demasiado heridos como para hacernos los desentendidos.

Sí, eres una escritora respetada, comprendida y cada vez más leída, Dorothy Parker. Todo aquello que, de haberte pasado en su momento, probablemente te hubiera ahorrado varios litros de lágrimas y, sobre todo, de escocés sin hielo. El reconocimiento a veces tiene la misma mala costumbre que el amor: llega tarde, cuando uno menos lo esperaba o cuando ya no le importa. Pero es mentira, porque siempre importa y nunca es tarde, porque uno jamás deja de esperar que alguien lo descubra y lo ame. Yo te acabo de descubrir. Y me alegra haber tardado tanto porque si te hubiera leído mucho antes tal vez nunca habría dibujado mis historietas de mujeres. Porque tú ya las habías escrito.

Maitena: prólogo a edición de las Narrativa completa de Dorothy Parker. Editorial Lumen.

Una habitación propia


Os he dicho durante el transcurso de esta conferencia que Shakespeare tenía una hermana; pero no busquéis su nombre en la vida del poeta escrita por Sir Sydney Lee. Murió joven… y, ay, jamás escribió una palabra. Se halla enterrada en un lugar donde ahora paran los autobuses, frente al “Elephant and Castle”. Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en una encrucijada vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive; porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne. Esta oportunidad, creo yo, pronto tendréis el poder de ofrecérsela a esta poetisa. Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo –me refiero a la vida común, que es la vida verdadera, no a las pequeñas vidas separadas que vivimos como individuos– y cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea, en sí mismos; si tratamos de ver más allá del coco de Milton, porque ningún humano debería limitar su visión; si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no sólo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces, llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo del que tan a menudo se ha despojado. Extrayendo su vida de las vidas de las desconocidas que fueron sus antepasadas, como su hermano hizo antes que ella, nacerá. En cuanto a que venga si nosotras no nos preparamos, no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando haya vuelto a nacer, pueda vivir y escribir su poesía, esto no lo podemos esperar, porque es imposible, Pero yo sostengo que vendrá si trabajamos en ella, y que hacer este trabajo, aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena.


Woolf, Virginia: Una habitación propia. Seix Barral, 2005. Barcelona.

Colaboraciones

En esta página iré exponiendo textos breves (por necesidad) de diferentes autoras, de distintas épocas y lenguas, que a lo largo de los siglos ha causado una honda impresión en la memoria colectiva de todos aquellos que, hoy, hacemos de nuestra palabra nuestro más preciado hogar. Todo lo que queráis añadir, los textos (propios o ajenos) que deseeis ver aquí, sólo tenéis que decirlo, y se colgarán. Espero que este lugar de encuentro os acerque a nuevas autoras y os haga volver a saborear a quienes ya conozcais.
Y, ante todo, recordad que, como escribió Virginia Woolf [Una habitación propia]: “este trabajo, incluso en la pobreza y la oscuridad, merece la pena.”